Hace tiempo, cuando disfrutaba de una conversación con amigos, surgió el tema de cuál era la mejor edad para estudiar. Éramos un grupo amplio y variado, con personas de todas las edades, pero pude darme cuenta de que cuando profundizamos en el tema aquellos que rondaban los 40 años planteaban que la estructura social estaba mal y te obligaba a hacer elecciones de vida cuando aún no tenemos la madurez, una motivación clara y mucho menos una perspectiva real del mundo ni del lugar que queremos ocupar en él. Algunos de ellos, que se estaban reinventando profesionalmente, aseguraban que este fallo en el sistema hacía necesarios cambios en el timón a una edad mucho más adulta a la inicialmente supuesta.
Quizás sea cierto que el sistema no alienta la autonomía de la persona para elegir. Al menos las primeras decisiones importantes son a una edad temprana donde aún falta recorrer cierta trayectoria vital que le dé un sustento sólido a nuestras elecciones. La mayoría de nosotros, por ejemplo, elige una profesión u oficio cuando es muy joven y no sabe siquiera la gran cantidad de opciones que hay (y siguen surgiendo) en el mundo. Por tanto, es fundamental el rol de la familia en nuestros primeros pasos, así como desarrollar una curiosidad para descubrir quiénes somos y qué tiene el mundo para ofrecernos.
«El primer paso no te lleva a donde quieres ir, pero sí te saca de donde estás».
Entonces… ¿De quién es la culpa?
Sin embargo, no hay manual de instrucciones para vivir ni para educar a nuestros pequeños. Por eso, quizás nadie tenga la culpa de que algunas personas, llegada cierta edad, sientan que el camino recorrido no les ha dado los frutos esperados. No es culpa de nuestros padres, que seguramente hicieron lo mejor que supieron, ni de nosotros, que actuamos como creímos adecuado con la información que tuvimos… lo que tenemos es un resultado complejo en el que influyen muchas personas y factores.
«Ningún viento es favorable a quien no sabe a dónde va».
En resumen: No hay culpables ni razón para seguir buscándolos, lo que sí es necesario es que cada uno de nosotros se haga responsable de su propia historia. Solo así podremos descubrir vías de acción y decidir, esta vez desde nuestra madurez y autonomía, qué es lo que queremos hacer con nuestras vidas y cómo nos podemos dirigir a ese propósito vital que hemos ido descubriendo (¡o construyendo!) a lo largo del tiempo.
Si aún hoy, al leer estas líneas, no sabes cuál es tu camino para seguir tu misión de vida y ser plenamente feliz… ¡No te preocupes! Nos ha pasado a todos alguna vez, es la primera vivencia que tenemos que atravesar para corregir el rumbo y somos muchas las personas dispuestas a ayudarte. Eso sí, busca siempre un acompañamiento que respete tu autonomía y sea fiel a tu verdadero ser.
Toma el control, hazte responsable de ti.
De aquí en adelante, tú serás el único responsable de que tu vida se corrija, mejore y tome el rumbo que deseas. Es un reto, pero es uno que te regala la posibilidad de tomar una nueva decisión cada día, de probar cosas distintas, de aprender lo que sientes que puede hacerte crecer, de buscar ayuda si la requieres y de elegir de qué tipo de personas quieres rodearte. De esta forma, como por arte de magia, la palabra culpa desaparece y en su lugar sólo estás tú, ahora con más posibilidades de las que alguna vez soñaste.
Al final, la única persona en la que debes fijarte y debes usar de referencia para superar eres tú mismo.
Luis Gil– Inspira y Avanza.Puedes tener la vida que deseas. Sabemos cómo guiarte: www.luisgilconsultoria.com
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Imágenes cortesía de: reyquirarezas.blogspot.com, http://www.oprah.com/spirit/deepak-chopra-four-questions-to-stop-asking-yourself/all y https://alevinefesleri.com/career-life-coach-london-business-intelligence-training/11400575778065757360