
ENLACES ÚTILES
© 2020 – Luis Gil
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Como os contaba al finalizar el primer capítulo de mi diario, es verdad que unos siete años después de aquel primer correo electrónico donde proponía transformar la manera en la que se trabajaba con las personas y el talento de la organización las cosas cambiaron radicalmente. Pero siete años son mucho tiempo como para dejarlos pasar sin explicar nada, sobre todo si durante esos años uno se dedica, como fue mi caso, a desarrollar y trabajar con equipos de empresas, personas y directivos que querían desarrollar sus competencias personales y profesionales… así que tuve por delante un camino de aprendizajes que recorrer.
A lo largo de ese periodo de tiempo tuve la oportunidad de ser contratado para realizar muchos talleres, conferencias y procesos grupales con diferentes compañías. Es evidente que cuando una empresa te llama para su desarrollo tiene la intención de mejorar el desempeño de sus equipos, y eso debe valorarse, pero en muchos casos me di cuenta que esos equipos a los que yo llegaba eran bastante infelices y la empresa solía partir de un punto de vista netamente de resultados, desde el cual culpaba (a veces sin siquiera notarlo) de toda esa incapacidad de mejora a sus miembros, por lo que lo que esperaba era que yo hiciera “la magia” de convertir a esos equipos insatisfechos en equipos de alto rendimiento, lo cual no siempre conlleva una profunda y real mejoría, sobre todo si la empresa no se transforma también.
He trabajado con personas de la dirección con una gran voluntad de hacer que el equipo mejore, pero sin la capacidad o disposición de hacer esa autocrítica necesaria para comprender que ellos están gestionando a la empresa de una manera ineficiente.
Otra de las cosas que he podido constatar una y otra vez es que estas intervenciones, que pueden ser puntuales o llevar meses realizándose, tienen un gran efecto en el equipo en la mayoría de las ocasiones; pero también es cierto que suelen comenzar con gran resistencia por parte de los miembros de esas compañías porque partimos de un estado inicial donde las personas están infelices en sus puestos de trabajo y eso no les permite contar con la mejor disposición… Y es difícil averiguar si esa es la causa o la consecuencia de esa situación real.
Como decía anteriormente, lo que debe estar claro es que si las empresas no se transforman, no evolucionan al mismo tiempo, estos equipos al final acaban volviendo a un estado similar al inicial, o las personas que se han empoderado y que han mejorado sus perfiles y competencias personales y profesionales suelen abandonar la organización.
Es decir, hay algo muy importante a tener en cuenta: Cuando se quiere hacer un proyecto que tenga como objetivo mejorar el desempeño de los empleados hay que plantearlo de una manera global, donde la empresa haga también un proceso de reflexión, autocrítica y desarrollo, que le permita entender qué la ha llevado hasta ese momento en el que sus miembros se encontraron en esa disposición, y se trabaje a futuro para que no vuelva a ocurrir.
Y esto muchas veces no se hace. Es más, he trabajado con personas de la dirección con una gran voluntad de hacer que el equipo mejore, pero sin la capacidad o disposición de hacer esa autocrítica necesaria para comprender que ellos están gestionando a la empresa de una manera ineficiente, están tratando a las personas de una forma inadecuada o necesitan adquirir nuevas herramientas que les permitan alcanzar más eficaz y armoniosamente sus objetivos.
Gracias a todo este trabajo de desarrollo con equipos, a participar en ese proceso de llevarlos desde la infelicidad hasta un mayor crecimiento y bienestar, a vivir la experiencia de cómo muchas veces los esfuerzos terminan siendo infructuosos si las empresas no tienen una consciencia clara de que eso no ha ocurrido solo por fallas de las propias personas del equipo, me he dado cuenta de que para que los equipos se mantengan felices y las empresas consigan revertir esas situaciones y lograr el alto rendimiento que desean es necesario que todos se involucren en la realización de cambios profundos, desde la responsabilidad y compromiso de realizar esfuerzos conjuntos y continuos.
Y es aquí donde ese correo que fue enviado hace siete años cobra nuevamente toda la importancia, pero eso lo veremos en el siguiente capítulo de mi diario (continuará).
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