Últimamente la felicidad parece un tema obligado: todos hablan y escriben sobre ella. Sin embargo, hay algo que me parece más importante y no se menciona tanto… el permitirse disfrutarla.

A pesar de todo lo que se dice, los seres humanos tenemos una tendencia a centrarnos en los malos acontecimientos. Invertimos grandes cantidades de nuestra energía a darle vueltas a lo negativo, con lo que terminamos incrementando la fuerza de esas emociones que nos van haciendo daño y consolidamos una espiral negativa (o, en el mejor de los casos, debilitamos una positiva).

¿Dónde quedan entonces las cosas fantásticas que nos pasan? No importa si son grandes o pequeñas, cada día trae consigo motivos para alegrarnos. Ese día con nuestros amigos, la culminación de un proyecto, la sonrisa de un ser amado… algo tan sencillo como que un conductor que nos ceda el paso puede traernos algo de bienestar. Sin embargo, por lo general lo ignoramos, si no me crees tan solo piensa cuánto tiempo pasarías de mal humor si el mismo conductor hubiera sido grosero contigo.

No estamos acostumbrados a sostener la felicidad. Es como si llegara a nosotros, pero no supiéramos cómo sacarle partido… nos estamos convirtiendo en gente seria, excesivamente seria (¡y no en el buen sentido!).

¿Quieres hacer una prueba por ti mismo?

Haz este experimento: pídele a un niño que se comporte como una persona mayor y observa. Muy probablemente, lo primero que hará es fruncir el ceño, darse un aire altivo y comenzar a dar órdenes.

¿Qué nos está pasando? ¿Es así como queremos vernos… vivir?

Mi invitación no es a que te preocupes, al contrario. Quiero que nos ocupemos en cambiar la forma en la que estamos haciendo las cosas para adoptar un estilo de vida más alegre, más saludable, más acorde a lo que queremos.

Dale la bienvenida a la felicidad y abrázala muy fuerte.

Tenemos que volver a conectarnos con nosotros mismos y re-aprender a disfrutar la felicidad a tope. Vivir a plenitud esos momentos que nos emocionan y nos transmiten sensaciones únicas. Hay millones de cosas cada día para sentirnos bien, afortunados, felices.

No le quites el valor a lo bueno, al contrario, atrévete a restarle al menos una parte de la atención que le das a lo malo e invierte esas energías en algo que sí te aporte.

«La felicidad no es un destino, es la actitud con la que asumimos el viaje que es la vida».

Si te cuesta hacerlo de manera natural, prueba lo siguiente:

– Cuando te suceda algo bueno, hazlo consciente y concéntrate en lo que te hace sentir. Intenta describirlo para ti y llénate con esas sensaciones.

– Repite, en voz alta o en tu mente, algo como: “¡Uf! Qué momento más feliz”. O lo que quieras decirte, pero reafirma esa vivencia en tu interior.

– Si hay personas a tu alrededor que te hacen sentir bien, ¡házselo saber! Diles algo como “no sabes lo feliz que estoy por este momento o por esto que has hecho”.

– Comparte tu bienestar con otros, así lo estarás multiplicando.

«Hay dos maneras de difundir la felicidad: Ser la luz que brilla o el espejo que la refleja». Edith Wharton.- Al final del día, haz un repaso por esos momentos y vívelos de nuevo en la distancia. Imprégnate de ese bienestar.

– Visualiza que mañana el día puede ser incluso mejor. Ponte el reto de encontrar todos esos momentos del día que te harán sentir bien… ¡y repite el proceso!

El cambio que deseas está en tus manos. Yo agradezco esta semana tantas cosas buenas, tantas alegrías, tanta emoción, la familia, la amistad, las personas. Siempre las personas. Cada día que pasa siento más energía de ellas, cada día me esfuerzo más por darle energía a ellas. ¿No se trata de eso? Disfruta de tu felicidad, compártela… y mil gracias.

Luis Gil– Inspira y Avanza.Puedes tener la vida que deseas. Sabemos cómo guiarte: www.luisgilconsultoria.com