Podría de entrada parecer que hablar de emociones tiene mucho sentido en el contexto de personas, pero quizá se ve como un concepto algo más alejado cuando hablamos de empresas; y nada más lejos de la realidad.
Las empresas como tales son auténticos organismos. Son modelos vivos formados a su vez por células fundamentales, es decir, las personas que forman parte de ella. Como en cualquier organismo, las personas ejercen su función dentro de esa macroestructura, y según sea la eficiencia de cómo se ejercen las funciones, así será la «salud» de la empresa.
Pero, ¿es la emoción de una empresa la suma de las emociones de sus personas?… de entrada Sí. Afinando un poco, podríamos decir que según que células, su función tiende a influir más en las emociones del organismos que otras. En las personas, las células ubicadas en el cerebro tienen una influencia mucho mayor en la gestión emocional que aquellas que, por ejemplo, se encargan de realizar la flexión del tobillo cuando caminamos o corremos.
Y si es así ¿son esas células más determinantes las que corresponden a la dirección de la empresa, por ser ahí donde se gestan las «Ideas» fundamentales? Pues NO necesariamente. Es indudable que el órgano que marca la estrategia tiene una influencia determinante en el estado anímico de la empresa por su capacidad de CONTAGIAR el mensaje hacia el resto del organismo pero, a diferencia del cuerpo humano, la capacidad de Liderazgo es la que realmente marca la jerarquía en la transmisión de emociones, y no siempre los Líderes auténticos se encuentran en los órganos directivos.
No es extraño ir a una empresa y descubrir cómo el estado anímico de ilusión, felicidad, perseverancia, optimismo, no se encuentra en la planta alta sino en plantas intermedias o incluso en la planta baja… hasta en el garaje como se observa en este magnífico vídeo (si tenéis 15 minutos os recomiendo que lo veáis porque os subirá de inmediato la motivación. Está en ingles pero subtitulado en español).
Esta distribución de las fuentes de emoción, que ya no es del todo ideal, pues estamos desaprovechando quizá liderazgo, se vuelve realmente un problema cuando los puestos de dirección no sólo no valoran estos gestos, sino que promueven estados de ánimo totalmente opuestos, haciendo que desde su gran altavoz «contagien» a la mayor parte del organismo, haciendo inútil la labor de estas personas que mantienen la emoción adecuada en todo aquel que pasa por su lado. Esta empresa está abocada a la enfermedad, y la muerte.
Hoy, que es tan complicado mantener un estado emocional positivo, que sume, que añada valor a todo aquello que rodea a la persona, las empresas no se pueden permitir malgastar energías y una VACUNA tan importante contra el derrotismo, la crisis, la falta de ilusión. De ello depende su salud y su viabilidad futura. Si los órganos de mando no aportan anticuerpos, sino que son, por error u omisión, células dañinas, es necesario ofrecerles los recursos necesarios para que pasen a aportar SALUD Y ENERGÍA a la organización.
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