Esto seguro que ya te ha pasado.
Imagínate que no te sientes bien y alguien te dice: «tal vez haya otra forma de enfocar lo que estás haciendo para que te sientas diferente y no tengas que repetirte a ti misma todos los días lo desafortunada que eres».
Ahora piensa…«¿Cuál podría ser tu reacción?»
A) ¡Qué sabrá este lo que me pasa a mi!
B) ¡Ya quisiera yo!…¡ojalá!.. pero creo que no.
C) Yo sé lo que me hago. Seguro que mi suerte cambia cuando tenga que cambiar.
D) Hummm… ¿será que sí? Lo mismo esta vez, como aquella que luego me di cuenta también, me he obcecado con que no tiene mas salidas, … pero quizá es que yo me estoy amarrando sola…
Si has elegido la D) … ya has empezado a crear la solución.
[Tweet «Recuerda que la mochila que llevas es tuya, ¡pero puedes soltarla!»]
Muchas veces ponemos nuestro dolor y nuestro problema tan dentro de nuestra identidad, que cuando alguien intenta agarrar esa carga, separarla de nosotros y mostrarla para que sepamos qué debemos quitarnos de encima, negamos que eso sea una mochila, y decimos que es nuestro brazo… y nos atamos a ella como si realmente fuera nuestro brazo, como si en lugar del problema, no estuviéramos despidiendo de una parte de nuestro propio cuerpo.
Si alguien de confianza te muestra la mochila recuerda que sí, que es tuya, pero que naciste sin ella. ¿será que sí? ¿será que puedes reconocerla como tal y bajarla de tus hombros?
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Imagen de www.gruposcoutsiles361.es